138 PEDRO PRADO sabe que soy incapaz de molestarlo; Usia no podra menos de reconocer mi constanfe adhesion hacia su persona, y mi celo para que se de cumplimiento a cada una de sus sentencias, tan distintas de las que, en veinte afios, he acostumbrado a oir de jueces anodinos. Lleno de orgullo y complacencia, sirvo bajo las ordenes de un profundo conocedor del corazon humano, sencillo y bondadoso, no exento de la debida firmeza y dignidad que el alto puesto que ocupa, requiere. Yo, senor, y Usia perdone, comento una a una sus palabras tan llenas de sabiduria, con mis amigos, con mi mujer y mis hijos, y todos ellos—y solo los ultimos son diez,—mas las innumerables personas a quienes despues refieren lo que yo les dijera al compartir mi admiracion, la hacen, si es posible, aun mayor. Mas ocurre, seiior juez, que, en otro tiempo, tenia yo, con los derechos de secretaria, un modestisimo pasar; entrada insignificante, pero, para un hombre de mi humilde condicion, alcanzaba con estrechez a subvenir, junto con el fruto de otros trabajos que siempre despliego,
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