UNA NOCHE La calle se extendta oscura, flanqueada por edificios dispersos, y entre arboles rugosos y envejecidos que arraigaban en la tierra pobre de las aceras. El crepusculo desvanectase suavemente, y su posfrera claridad, al perderse en la noche, era la unica dulzura sobre aquel suburbio abandonado. Negras hormigas entre las sombras, delanfe y detras de Esteban Solaguren, hombres y mu-
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