UN JUEZ RURAL 105 sudar, falvez porque, medio desnudo y recos- {ado en el esfero—era su sitio preferido—la arena gruesa le limase la piel, sea por lo que fuese, su aspecto era limpio, exfrano y grato de ver. Solido e indiferenfe, acabo por crear en forno suyo una atmosfera propicia; y paso, a su vez, el, que de nada se preocupaba, a que nadie se preocupase de el. Cuando de tarde en tarde se le veia afravesar los huertos ajenos, se diria, ante la actitud de las gentes y los perros, que, de inutil, habia llegado a ser invisible! —Me parece verlo—exclamo Solagaren. —Miedo a sus fuerzas salvajes, contabanse anecdotas asombrosas, ignorancia extrafia sobre lo que acontecia, falta de trasce-ndencia atribuida a sus actos, la verdad es que esos labriegos parecian no darse cuenta de lo que ocurria en sus propias narices. Calienta la Tierra, bien tendido bajo el arbol que llegara a la plena madurez, recogiendo los frutos caidos que quedaran a su alcance, o apoyandose en algun grueso tronco, con toda
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