LIBRO SEXTO. Javert I. Comienzo del reposo El señor Magdalena hizo llevar a Fantina a la enfermería que tenía en su propia casa, y la con-fió a las religiosas que estaban a cargo de los pacientes, dos Hermanas de la Caridad llamadas sor Simplicia y sor Perpetua. Fantina tuvo muchísima fiebre, pasó paste de la noche delirando y hablando en voz alta, hasta que terminó por quedarse dormida. Al día siguiente, hacia el mediodía, despertó y vio al señor Magdalena de pie a su lado mirando algo por encima de su cabeza. Siguió la dirección de esa mirada llena de angustia y de súplica, y vio que estaba fija en un crucifijo clavado a la pared. El alcalde se había transformado a los ojos de Fantina; ahora lo veía rodeado de luz. Estaba en ese momento absorto en su plegaria, y ella no quiso interrumpirlo. Al cabo de un rato le dijo tímidamente: —¿Qué estáis haciendo? —Rezaba al mártir que está allá arriba. —Y agregó mentalmente—: Por la mártir que está aquí abajo. Había pasado la noche y la mañana buscando información; ahora lo sabía todo. Conocía todos los dolorosos pormenores de la historia de la joven. Se apresuró a escribir a los Thenardier. Fanti-na les debía ciento veinte francos; les envió tres-cientos, diciéndoles que se pagaran con esa suma y que enviaran inmediatamente a la niña a M., donde la esperaba su madre. Esta cantidad deslumbró a Thenardier. —¡Diablos! —dijo a su mujer—. No hay que soltar a la chiquilla. Este pajarito se va a transformar en una vaca lechera para nosotros. Adivino lo 85

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