— Suplemento a la asignación de los maestros de escuela de la diócesis 2000 — Cooperativa de los Altos Alpes 100 — Congregación de señoras para la enseñanza gratuita de niñas pobres 1500 — Para los pobres 6000 — Mi gasto personal 1000 Total 15000 Durante todo el tiempo que ocupó el obispa-do de D., monseñor Myriel no cambió en nada este presupuesto, que fue aceptado con absoluta sumisión por la señorita Baptistina. Para aquella santa mujer, monseñor Myriel era a la vez su her-mano y su obispo; lo amaba y lo veneraba con toda su sencillez. Al cabo de algún tiempo afluyeron las ofren-das de dinero. Los que tenían y los que no tenían llamaban a la puerta de monseñor Myriel, los unos yendo a buscar la limosna que los otros acababan de depositar. En menos de un año el obispo llegó a ser el tesorero de todos los beneficios, y el cajero de todas las estrecheces. Grandes sumas pasaban por sus manos pero nada hacía que cam-biara o modificase su género de vida, ni que aña-diera lo más ínfimo de lo superfluo a lo que le era puramente necesario. Lejos de esto, como siempre hay abajo más miseria que fraternidad arriba, todo estaba, por decirlo así, dado antes de ser recibido. Es costumbre que los obispos encabecen con sus nombres de bautismo sus escritos y cartas pastorales. Los pobres de la comarca habían elegi-do, con una especie de instinto afectuoso, de to-dos los nombres del obispo aquel que les ofrecía una significación adecuada; y entre ellos sólo le designaban como monseñor Bienvenido. Haremos lo que ellos y lo llamaremos del mismo modo cuando sea ocasión. Por lo demás, al obispo le agradaba esta designación. —Me gusta ese nombre —decía: Bienvenido suaviza un poco lo de 8

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=