mirada incómoda y casi pesada. Por algunas palabras sueltas escapadas a Ja-vert, se adivinaba que había buscado secretamen-te las huellas y antecedentes que Magdalena hu-biera podido dejar en otras partes. Parecía saber que había tomado determinados informes sobre cierta familia que había desaparecido. Una vez dijo hablando consigo mismo: \"Creo que lo he cogido\". Luego se quedó tres días pensativo sin pronunciar una palabra. Parecía que se había roto el hilo que había creído encontrar. Javert estaba evidentemente desconcertado por el aspecto natural y la tranquilidad de Magdalena. No obstante, un día su extraño comportamien-to pareció hacer impresión en Magdalena. VI. Fauchelevent El señor Magdalena, pasaba una mañana por una callejuela no empedrada de M., cuando oyó ruido y viendo un grupo a alguna distancia, se acercó a él. El viejo Fauchelevent acababa de caer debajo de su carro cuyo caballo se había echado. Fauchelevent era uno de los escasos enemigos que tenía el señor Magdalena en aquella época. Cuando éste llegó al lugar, Fauchelevent tenía un comercio que empezaba a decaer. Vio a aquel simple obrero que se enriquecía, mientras que él, amo, se arruinaba; y de aquí que se llenara de envidia, y que hiciera siempre cuanto estuvo en su mano para perjudicar a Magdalena. Llegó su ruina; no le quedó más que un carro y un caballo, pues no tenía familia; entonces se hizo carretero para poder vivir. El caballo tenía rotas las dos patas y no se podía levantar. El anciano había caído entre las ruedas, con tan mala suerte que todo el peso del carruaje, que iba muy cargado, se apoyaba sobre su pecho. Habían tratado de sacarlo, pero en vano. No había más medio de sacarlo que levantar el carruaje por debajo. Javert, que había llegado en el momento del accidente, había mandado a bus-car una grúa. El señor Magdalena llegó, y todos se apartaron con respeto. —¡Socorro! —gritó Fauchelevent—. ¿Quién es tan bueno que quiera salvar a este viejo? 70

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