El obispo recorría la sala con la vista, y pare-cía que sus ojos tomaban medidas y hacían cálcu-los. —Bien veinte camas —dijo como hablando con-sigo mismo; después, alzando la voz, añadió: Mirad, señor director, aquí evidentemente hay un error. En el hospital sois veintiséis personas repar-tidas en cinco o seis pequeños cuartos. Nosotros somos aquí tres y tenemos sitio para sesenta. Hay un error, os digo; vos tenéis mi casa y yo la vuestra. Devolvedme la mía, pues aquí estoy en vuestra casa. Al día siguiente, los veintiséis enfermos esta-ban instalados en el palacio del obispo, y éste en el hospital. Monseñor Myriel no tenía bienes. Su hermana cobraba una renta vitalicia de quinientos francos y monseñor Myriel recibía del Estado, como obispo, una asignación de quince mil francos. El día mis-mo en que se trasladó a vivir al hospital, el prela-do determinó de una vez para siempre el empleo de esta suma, del modo que consta en la nota que transcribimos aquí, escrita de su puño y letra: Lista de dos gastos de mi casa — Para el seminario 1500 — Congregación de la misión 100 — Para los lazaristas de Montdidier 100 — Seminario de las misiones extranjeras de París 200 — Congregación del Espíritu Santo 150 — Establecimientos religiosos de la Tierra Santa 100 — Sociedades para madres solteras 350 — Obra para mejora de las prisiones 400 — Obra para el alivio y rescate de los presos 500 — Para libertar a padres de familia presos por deudas 1000 7

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