fran-cos a lo más, y que entonces tenía el lenguaje y el aspecto de un obrero. Y fue con ese pequeño capital, puesto al ser-vicio de una idea ingeniosa, fecundada por el orden y la inteligencia, que hizo su fortuna y la de todo el pueblo. A lo que parece, la tarde misma en que aquel personaje hacía oscuramente su entrada en aquel pequeño pueblo de M., a la caída de una tarde de diciembre, con un morral a la espalda y un palo de espino en la mano, acababa de estallar un violento incendio en la Municipalidad. El hombre se arrojó al fuego, y salvó, con peligro de su vida, a dos niños que después resultaron ser los del capitán de gendarmería. Esto hizo que no se pen-sase en pedirle el pasaporte. Desde entonces se supo su nombre. Se llamaba Magdalena. II. El señor Magdalena Era un hombre de unos cincuenta años, reconcen-trado, meditabundo y bueno. Esto es todo lo que de él podía decirse. Gracias a los rápidos progresos de aquella in-dustria que había restaurado tan admirablemente, M. se había convertido en un considerable centro de negocios. Los beneficios del señor Magdalena eran tales que al segundo año pudo ya edificar una gran fábrica, en la cual instaló dos amplios talleres, uno para los hombres y otro para las mujeres. Allí podía presentarse todo el que tenía hambre, seguro de encontrar trabajo y pan. Sólo se les pedía a los hombres buena voluntad, a las mujeres costumbres puras, a todos probidad. Era en el único punto en que era intolerante. Antes de su llegada, el pueblo entero langui-decía. Ahora todo revivía en la vida sana del tra-bajo. No había más cesantía ni miseria. En medio de esta actividad, de la cual era el eje, este hombre se enriquecía, pero, cosa extra-ña, parecía que no era ése su fin. Parecía que el señor Magdalena pensaba mucho en los demás y poco en sí mismo. En 1820 se le conocía una suma de seiscientos treinta mil francos colocada en la casa bancaria de Laffitte; pero antes de ahorrar estos seiscientos mil francos había gasta-do más de un millón para la aldea y para los pobres. Como el hospital estaba mal dotado, había costeado diez camas más. 64

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