pasa-do o sombras misteriosas en su porvenir. . El tal Thenardier, a creer sus palabras, había sido soldado; él decía que sargento; que había hecho la campaña de 1815, y que se había condu-cido con gran valentía. Después veremos lo que había de cierto en esto. La muestra de su taberna, pintada por él mismo, era una alusión a uno de sus hechos de armas. Su mujer tenía unos doce o quince años me-nos que él; su inteligencia le alcanzaba justo para leer la literatura barata. Al envejecer fue sólo una mujer gorda y mala que leía novelas estúpidas. Pero no se leen necedades impunemente, y de aquella lectura resultó que su hija mayor se llamó Eponina y la menor, Azelma. III. La alondra No basta ser malo para prosperar. El bodegón marchaba mal. Gracias a los cincuenta francos de la viajera, Thenardier pudo evitar un protesto y hacer honor a su firma. Al mes siguiente volvieron a tener necesidad de dinero y la mujer empeñó en el Monte de Piedad el vestuario de Cosette en la cantidad de sesenta francos. Cuando hubieron gas-tado aquella cantidad, los esposos Thenardier se fueron acostumbrando a no ver en la niña más que una criatura que tenían en su casa por cari-dad, y la trataban como a tal. Como ya no tenía ropa propia, la vistieron con los vestidos viejos desechados por sus hijas; es decir con harapos. Por alimento le daban las sobras de los demás; esto es, un poco mejor que el perro, y un poco peor que el gato. Cosette comía con ellos debajo de la mesa en un plato de madera igual al de los animales. Su madre escribía, o mejor dicho hacía escribir todos los meses para tener noticias de su hija. Los Thenardier contestaban siempre: \"Cosette está per-fectamente\". Transcurridos los seis primeros me-ses, la madre remitió siete francos para el séptimo mes, y continuó con bastante exactitud haciendo sus remesas de mes en mes. Antes de terminar el año, Thenardier le escribió exigiéndole doce. La madre, a quien se le decía que la niña estaba feliz, se sometió y envió los doce francos. Algunas naturalezas no pueden amar a alguien sin odiar a otro. La Thenardier amaba apasionada-mente a sus hijas, lo cual fue causa de que detes-tara a la forastera. Es triste pensar que el amor de una madre tenga 60

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