traía algo a cuestas. Era un antiguo presidiario, y llevaba en sus hombros un cadáver. Flagrante delito de asesi-nato. En cuanto al robo, es su causa; no se mata a un hombre gratis. El presidiario iba a arrojar aquel cadáver al río. Antes de llegar a la reja de salida, el presidiario que venía de un punto lejano de la alcantarilla, debió necesariamente tropezar con un cenagal espantoso, donde hubiera podido dejar el cadáver; pero al día siguiente los poceros, traba-jando en el cenagal, habrían descubierto al hom-bre asesinado, lo cual no quería sin duda el asesi-no. Decidió atravesar el pantano con su carga, con inmensos esfuerzos, y arriesgando de una manera increíble su propia existencia. No com-prendo cómo logró salir de allí vivo. Thenardier respiró profundamente, muy satis-fecho, y luego prosiguió: —Señor barón, la cloaca no es el Campo de Marte. Allí falta todo, hasta sitio. Así, cuando la ocupan dos hombres, menester es que se encuen-tren. Esto fue lo que sucedió. El domiciliado y el transeúnte tuvieron que darse las buenas noches, sin la menor gana. El transeúnte dijo al domiciliado: \"Ves lo que llevo a cuestas; es preciso que salga de aquí. Tú tienes la llave, dámela\". El presi-diario era hombre de extraordinarias fuerzas y no había medio de resistirle. Sin embargo, el que po-seía la llave parlamentó, únicamente para ganar tiempo. Examinó al muerto; mas sólo pudo averi-guar que era joven, con apariencia de persona rica, y que estaba todo desfigurado por la sangre. Mien-tras hablaba, halló medio de romper y arrancar sin que el asesino lo advirtiera, un pedazo de faldón de la levita que vestía el hombre asesinado. Docu-mento justificativo como comprenderéis. Se guardó en el bolsillo el testimonio, y abriendo la reja, dejó salir al presidiario con su pesada carga. Después cerró de nuevo, y se puso a salvo, importándole poco el desenlace de la aventura, y sobre todo no conviniéndole estar allí cuando el asesino arrojara el cadáver al río. Ahora veréis claro. El que llevaba el cadáver era Jean Valjean; el que tenía la llave os habla en este momento; y el pedazo de la levita... Thenardier acabó la frase sacando del bolsillo y mostrándole a Marius un jirón de paño negro, todo lleno de manchas oscuras. Marius se levantó, pálido, respirando apenas, con la vista fija en el pedazo de paño negro; y sin pronunciar una palabra, sin apartar los ojos de aquel jirón, retrocedió hacia la pared, buscando detrás de sí con la mano derecha, a tientas, una llave que estaba en la cerradura de una alacena, 525
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