Cosette dio una palmada. —¡Señora!... ¡Sabéis!... ¡Cuántas novedades! ¿Qué significa esto? Jean Valjean la miró con .la sonrisa dolorosa a que recurría de vez en cuando. —Habéis querido ser señora y lo sois. —Para vos no, padre. —No me llaméis más padre. —¿Cómo? —Llamadme señor Jean, Jean si queréis. —¡No sois ya padre, ni yo soy Cosette! ¡Que os llame señor Jean! ¿Qué significan estos cambios? ¿Qué revolución es ésta? ¿Qué ha pasado? Miradme a la cara. ¡Y no aceptáis un cuarto en esta casa! ¡El cuarto que os tenía destinado! ¿Qué mal os he hecho? ¿En qué os he ofendido? ¿Ha ocurrido algo? —Nada. —¿Y entonces? —Todo sigue igual. —¿Por qué cambiáis el nombre? —También vos habéis cambiado el vuestro. Sonrió como antes, y añadió: —Siendo vos la señora de Pontmercy, muy bien puedo yo ser el señor Jean. —No comprendo. Pediré permiso a mi marido para que seáis el señor Jean y espero que no consentirá. Me causáis mucha pena. Está bien te-ner caprichos, pero no entristecer a su Cosette. No tenéis derecho a ser malo vos que sois tan bueno. 503

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