Se indignó contra sí mismo, contra el torbelli-no de emociones que lo había aturdido, cegado y arrastrado. Hizo sin objeto aparente algunas preguntas a Cosette, que, sin recelar nada, le habló de su infancia y de su juventud. Se convenció entonces que todo lo bueno, paternal y respetable que puede ser un hombre, lo fue aquel presidiario con Cosette. Cuanto Marius había supuesto era verdad. Aquella ortiga siniestra había amado y protegido a aquel lirio. 500
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