quedarme sin nada en el mundo. Si no os pareciera mal, vendría de vez en cuando a ver a Cosette. No lo haría con frecuencia, ni permanecería aquí mucho tiempo. Daríais orden de que se me recibiese en la salita del primer piso, y hasta entraría por la puerta trasera, la de los criados. Lo esencial es, señor, que desearía ver alguna vez a Cosette, tan pocas como queráis. Poneos en mi lugar. Además de que si no volviese, a ella le extrañaría. Lo que podré hacer es venir por la tarde cuando empiece ya a oscurecer. —Vendréis todas las tardes —dijo Marius—, y Co-sette os aguardará. —¡Qué bueno sois, señor! —respondió Jean Val-jean. Marius se despidió de él; la felicidad acompa-ñó hasta la puerta a la desesperación, y aquellos dos hombres se separaron. II. La oscuridad que puede contener una revelación Marius estaba trastornado. Ahora se explicaba la especie de antipatía que había sentido siempre hacia el supuesto padre de Cosette. El señor Fauchelevent era el presidiario Jean Valjean. Hallar de improviso semejante secreto en me-dio de su dicha equivalía a descubrir un escor-pión en un nido de tórtolas. En adelante su felicidad y la de Cosette no podrían prescindir de aquel testigo. ¿Era éste un hecho consumado? ¿Formaba parte de su casa-miento la aceptación de Jean Valjean? ¿No había ya remedio? ¿Se había casado también Marius con el presidiario prófugo? La antipatía de Marius hacia el señor Fauchele-vent transformado en Jean Valjean se mezclaba ahora con ideas terribles, entre las cuales, justo es decirlo, había algo de lástima, y hasta de sorpresa. El ladrón, y ladrón reincidente, había restitui-do un depósito, ¡y qué depósito! Seiscientos mil francos, de los que sólo él tenía noticia, y que pudo muy bien guardarse. Además, era delator de sí mismo. ¿Qué lo obligaba a delatarse? Un escrú-pulo de conciencia. Marius sentía que sus pala-bras tenían el irresistible acento de la verdad. Jean Valjean era sincero. Esta sinceridad visi-ble, palpable, y aún evidente por el dolor que le causaba, hacía inútiles las pesquisas. ¡Inversión extraña de las situaciones! ¿Qué brotaba para Ma-rius del señor Fauchelevent? La 498
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