LIBRO SEXTO. La última gota del cáliz I. El séptimo círculo y el octavo cielo El 17 de febrero, pasadas las doce, Vasco oyó un ligero golpe en la puerta. Abrió y vio al señor Fauchelevent. Lo hizo pasar al salón, don-de todo estaba aún revuelto y ofrecía el aspec-to del campo de batalla de la fiesta de la vís-pera. —¿Se ha levantado vuestro amo? preguntó Jean Valjean. —¿Cuál? ¿El antiguo o el nuevo? —El señor de Pontmercy. —¿El señor barón? —dijo Vasco, con orgullo. Los criados gustan de recalcar los títulos, como si recogiesen algo para sí, las salpicaduras de cieno como las llamaría un filósofo—. Voy a ver. Le diré que el señor Fauchelevent le aguarda. —No, no le digáis que soy yo. Decidle que hay una persona que desea hablarle en privado. —¡Ah! —exclamó Vasco. —Quiero darle una sorpresa. —¡Ah! —repitió el criado pretendiendo explicar con esta segunda interjección el sentido de la primera. Y salió. Marius entró con la cabeza erguida, risueño, el rostro inundado de luz, la mirada triunfante. —¡Sois vos, padre! —exclamó al ver a Jean Val-jean—. Pero venís demasiado temprano, Cosette está durmiendo. 488

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