Al oír el grito, Gavroche quitó la tabla que cerraba el agujero, y bajó por la pata del elefante. El hombre y el niño se reconocieron en silencio. Montpamasse se limitó a decir: —Te necesitamos. Ven a darnos una mano. El pilluelo no preguntó nada. —Aquí me tienes —dijo. Y ambos se dirigieron hacia la calle Saint -Antoine, de donde venía Montpamasse. Esa noche se había llevado a cabo la fuga de Thenardier y sus compinches, y Montparnasse ne-cesitó de la ayuda de Gavroche para los últimos detalles. III. Peripecias de la evasión Esto es lo que había pasado esa misma noche en la cárcel de la Force: Babet, Brujon, Gueulemer y Thenardier ha-bían concertado su evasión. Babet lo hizo por la mañana, como le contara Montpamasse a Gavroche. Montparnasse debía apoyar la fuga de los otros desde fuera. Brujon, en su mes de calabozo, tuvo tiempo para trenzar una cuerda y madurar un plan. Como se ve, lo malo de los calabozos es que dejan soñar a seres que deberían estar trabajando. Considerado altamente peligroso, Brujon, al salir del calabozo, pasó al Edificio Nuevo, donde lo primero que encontró fue a Gueulemer. Estaban en el mismo dormitorio. Thenardier se hallaba recluido en la parte alta del Edificio Nuevo, justo encima de la habitación de sus amigos, desde donde, y no se sabe cómo, logró comunicarse con ellos. Esa noche, Brujon y Gueulemer, sabiendo que afuera, en la calle, los esperaban Babet y Mont-parnasse, horadaron la pared, al amparo del 362

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