—A la guillotina —repuso Gavroche. —A encontrarme con Babet —susurró Montpar— —Lo creía en chirona. —Se escapó esta mañana. Y Montparnasse le contó al pilluelo que esa mañana Babet había sido trasladado a La Concièr-gerie y se había escapado, doblando a la izquierda en vez de a la derecha en el \"corredor de la ins-trucción\". Gavroche admiró su habilidad. Mientras escu-chaba, había cogido el bastón de Montparnasse y tiró maquinalmente de la parte superior, en donde apareció la hoja de un puñal. —¡Ah! —dijo envainando rápidamente el puñal—, has traído lo gendarme disfrazado de ciudadano. ¿Vas a aporrear polizontes? —No sé, pero siempre es bueno llevar un alfiler. —¿Qué haces esta noche? —preguntó Gavroche sonriendo. —Negocios. Y tú, ¿adónde vas ahora? —Voy a acostar a estos piojosos. —¿Dónde? —En mi casa. —¿Dónde está lo casa? —En mi casa. —¿Tienes casa, entonces? —Sí, tengo casa. —¿Y dónde vives? —En el elefante. 355

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