Los dos niños tuvieron suerte, pues fueron criados como señoritos, y estaban mucho mejor que con su verdadera madre. La Magnon los cui-daba, los vestía bien y jamás decía ni una sola palabra en argot delante de ellos. Así pasaron algunos años. Pero la redada he-cha en el desván de Jondrette repercutió en una parte de esa inmunda sociedad del crimen que vive oculta. La prisión de Thenardier trajo la pri-sión de la Magnon. Poco después de que ésta entregara a Eponina el mensaje relativo a la calle Plumet, se verificó en su barrio una repentina visita de la policía y la Magnon fue apresada. Los dos niños jugaban afuera y no se dieron cuenta. Al volver hallaron la puerta cerrada y la casa vacía. Un vecino les dio un papel que les dejara la madre, con una dirección a la que de-bían dirigirse. Los niños se alejaron, llevando el mayor el pa-pel en la mano; hacía mucho frío, sus dedos hin-chados se cerraban mal y apenas podían sostener el papel. Al dar vuelta la esquina se lo llevó una ráfaga de viento, y como caía la noche no pudieron encontrarlo. Se pusieron a vagar por las calles. II. Gavroche saca partido de Napoleón el grande La primavera en París suele verse interrumpida por brisas ásperas y agudas que le dejan a uno por eso aterido de frío. Una tarde en que esas brisas soplaban ruda-mente, de modo que parecía haber vuelto el in-vierno y los parisienses se ponían nuevamente los abrigos, el pequeño Gavroche, temblando alegre- mente de frío bajo sus harapos, estaba parado y como en éxtasis delante de una peluquería de los alrededores de la calle Orme—Saint—Gervais. Lleva-ba un chal de lana de mujer, cogido no sabemos dónde, con el cual se había hecho un tapaboca, Parecía que admiraba embelesado una figura de cera, una novia adornada con azahares, que daba vueltas en el escaparate. Pero en realidad obser-vaba la tienda para ver si podía birlar un jabón, que iría a vender enseguida a otra parte. Muchos días almorzaba con uno de esos jabones, y llama-ba a este trabajo, para el cual tenía mucho talento, “cortar el pelo al peluquero\". Mientras Gavroche examinaba la vitrina, dos pequeños de unos siete y 351

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