Gavroche, que era poco discreto, escuchó. —¡Señor Mabeuf! —decía la vieja. —¡Mabeuf —pensó Gavroche—; ese nombre es un chiste. El viejo, sin levantar la vista, respondió: —¿Qué pasa, señora Plutarco? —¡Señora Plutarco! —pensó Gavroche—. Otro chiste. —El casero no está contento —dijo ella—. Se le deben tres plazos. —Dentro de tres meses se le deberán cuatro. —Dice que os echará a la calle. —Y me iré. —La tendera quiere que se le pague; ya no nos fía leña. ¿Con qué os calentaréis este invierno? No tendremos lumbre. —Hay sol. —El carnicero nos niega el crédito. —Está bien. Digiero mal la carne; es muy pesada. —¿Y qué comeremos? —Pan. —El panadero quiere que se le dé algo a cuen-ta, y dice que si no hay dinero, no hay pan. —Bueno. —¿Y qué comeremos? —Nos quedan las manzanas del manzano. —Pero, señor, no se puede vivir así, sin dinero. 339

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