Un día se dijo que Cosette tenía derecho a conocer el mundo antes de renunciar a él; que privarla de antemano y sin consultarla de todos los goces, bajo el pretexto de salvarla de todas las pruebas, y aprovecharse de su ignorancia y de su aislamiento para hacer germinar en ella una voca-ción artificial, sería desnaturalizar una criatura hu-mana, y engañar a Dios. Se resolvió, pues, a abandonar el convento. Cinco años de encierro y de desaparición en-tre aquellas cuatro paredes habían destruido a dispersado necesariamente los elementos de te-mor; podía volver con tranquilidad a vivir entre los hombres; había envejecido, y estaba cambia-do. ¿Quién había de reconocerlo ahora? Y aun en el peor caso, sólo corría peligro por sí mismo, y no tenía derecho para condenar a Cosette al claus-tro por la razón de que él había sido condenado a presidio. Por otra parte, ¿qué es el peligro ante el deber? Y por último, nada le impedía ser pruden-te, y tomar sus precauciones. En cuanto a la educación de Cosette, estaba casi terminada y era bastante completa. Jean Valjean, después de decidirse, sólo espe-ró una ocasión, y no tardó ésta en presentarse: el viejo Fauchelevent murió. Jean Valjean pidió audiencia a la reverenda priora, y le dijo que habiendo recibido a la muer-te de su hermano una modesta herencia que le permitía vivir sin trabajar, pensaba dejar el servi-cio del convento y llevarse a su nieta; pero que, como no era justo que Cosette no pronunciando el voto hubiese sido educada gratuitamente, con humildad suplicaba a la reverenda priora le per-mitiese ofrecer a la comunidad una suma de cinco mil francos, como indemnización de los cinco años que Cosette había pasado en el convento. Jean Valjean no salió al aire libre sin experi-mentar una profunda ansiedad. Descubrió la casa de la calle Plumet y allí se quedó; al mismo tiempo alquiló otras dos casas en París, con objeto de atraer la atención menos que viviendo siempre en el mismo barrio, y de no encontrarse desprevenido, como la noche en que se escapó tan milagrosamente de Javert. Estas otras casas eran dos edificios feos y de aspecto pobre, en dos barrios muy separados uno de otro; uno en la calle del Oeste, y otro en la del Hombre- Armado. Iba de cuando en cuando ya a la una o a la otra a pasar un mes o seis semanas con Cosette. Y así tenía tres casas en 330

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=