acompasa-da del borracho que dormía en el suelo. Marius esperaba con ansiedad siempre cre-ciente. El enigma era más impenetrable que nun-ca. ¿Quién era aquella niña a quien Thenardier había llamado la Alondra? ¿Era su Ursula? Pero el señor Blanco había dicho que no la conocía. Por otra parte, las dos letras u. F. estaban explicadas; era Urbano Fabre, y Ursula no se llamaba ya Ur-sula. Esto era lo único que Marius veía con mayor claridad. —De cualquier modo —decía—, si la Alondra es Ella, la veré, porque la Thenardier va a traerla aquí. Entonces todo acabará: daré mi vida y mi sangre si es preciso, pero la libertaré. Nada me detendrá. Pasó así media hora. Thenardier parecía ab-sorto en una tenebrosa meditación; el prisionero no se movía. Sin embargo, Marius creía oír por intervalos, y desde hacía algunos instantes, un pequeño ruido sordo hacia el lado donde éste se hallaba. De improviso Thenardier dijo al señor Blanco con tono duro: —Señor Fabre, escuchad lo que voy a deciros. Estas pocas palabras parecían dar principio a una aclaración que despejaría el misterio. Marius prestó oído. Thenardier continuó: —Mi mujer va a volver, no os impacientéis. Estoy convencido de que la Alondra es vuestra hija, y sé que querréis protegerla. Con vuestra carta mi mujer la irá a buscar. Le ordené que se vistiera como la habéis visto para inspirarle con-fianza y así la niña la seguirá sin dificultad. Vendrán ambas en el cabriolé, con mi amigo detrás. En cierto lugar hay un carricoche con dos buenos caballos; allí subirá vuestra hija acompañada de mi camarada, y mi mujer volverá aquí a decirnos: \"todo va bien\". En cuanto a vuestra hija no se le hará ningún daño; el carricoche la llevará a un sitio donde estará tranquila, y en cuanto me ha-yáis dado esos miserables doscientos mil francos, os será devuelta. Si hacéis que me prendan, mi camarada dará el golpe de gracia a la Alondra, y todo habrá concluido. Imágenes espantosas pasaron por la imagina-ción de Marius. ¡Cómo! Aquella joven a quien rap-taban, ¿no iba a ser llevada allí? ¿Uno de aquellos monstruos iba a esconderla en la oscuridad? ¿Dón-de? Marius sentía paralizarse los latidos de su cora-zón. ¿Qué hacer? ¿Disparar el tiro? ¿Poner en manos de la justicia a todos aquellos miserables? Pero no 302

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