La otra respondió: —¡Los vi y disparé a rajar! Marius comprendió, a través de su jerga, que los policías habían tratado de prender a las mu-chachas, y ellas se habían escapado. Se escondieron un rato entre los árboles y luego desaparecieron. Marius iba ya a continuar su camino, cuando vio en el suelo a sus pies un paquetito gris, y lo recogió. —Se les habrá caído a esas pobres muchachas —dijo. Volvió atrás, pero no las encontró; creyó que estarían ya lejos; se metió el paquete en el bolsillo y se fue a comer. Por la noche, cuando se desnudaba para acos-tarse, encontró en su bolsillo el paquete. Ya se había olvidado de él. Creyó que sería útil abrirlo, porque tal vez contuviera las señas de las jóvenes o de quien lo hubiera perdido. El sobre contenía cuatro cartas, sin cerrar. To-das exhalaban un olor repugnante a tabaco. La primera estaba dirigida a: \"Señora marque-sa de Grucheray, plaza enfrente de la Cámara de Diputados\". Marius se dijo que encontraría probablemente las indicaciones que buscaba en ella, y que además, no estando cerrada la carta, era probable que pudiese ser leída sin inconveniente. Estaba concebida en estos términos: \"Señora marquesa: La birtud de la clemencia y de la piedad es la que une más estrechamente la soziedad. Dad sali-da a buestros cristianos sentimientos, y dirigid una mirada de compación a este desgraciado español víctima de la lealtad y fidelidad a la causa sagrada de la legitimidad, que no duda que buestra hono-rable persona le concederá un socorro. Os saluda humildemente Alvarez, capitán español de caba-llería, realista refugiado en Francia, que 258
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