LIBRO SEPTIMO. Patron—Minette I. Las minas y los mineros Las sociedades humanas tienen lo que en los tea-tros se llama un tercer subterráneo. El suelo social está todo minado, ya sea para el bien, ya sea para el mal. Existen las minas superiores y las minas inferiores. Hay bajo la construcción social excavaciones de todas suertes. Hay una mina religiosa, una mina filosófica, una mina política, una mina eco-nómica, una mina revolucionaria. La escala descendiente es extraña. En la som-bra comienza el mal. El orden social tiene sus mineros negros. Por debajo de todas las minas, de todas las galerías, por debajo de todo el progreso y de la utopía, mucho más abajo y sin relación alguna con las etapas superiores, está la última etapa. Lugar formidable. Es lo que hemos llamado el tercer subterráneo. Es la fosa de las tinieblas. Es la cueva de los ciegos. Comunica con los abismos. Es la gran caverna del mal. Las siluetas feroces que rondan en esta fosa, casi bestias, casi fantasmas, no se interesan por el progreso universal, ignoran la idea y la palabra. Tienen dos madres, más bien dos madrastras, la ignorancia y la miseria; tienen un guía, la necesidad; tienen el apetito como forma de satisfacción. Son larvas brutalmente voraces, que pasan del sufrimiento al crimen. Lo que se arrastra en el tercer subterráneo social no es la filosofía que busca el absoluto; es la protesta de la materia. Aquí el hombre se convierte en dragón. Tener hambre, tener sed, es el punto de partida; ser Satanás es el punto de llegada. Hemos visto en capítulos anteriores algunos compartimentos de la mina superior, de la gran zanja política, revolucionaria, filosófica, donde todo es noble, puro, digno, honrado. Ahora miramos otras profundidades, las pro-fundidades repugnantes. 254

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