oscuridad del crepúsculo para entrar en la pana-dería y comprar un pan que llevaba furtivamente a su buhardilla como si lo hubiera robado. A veces se veía deslizarse en la carnicería de la esquina, entre parlanchinas cocineras, a un joven de aspecto tímido y enojado, con unos libros bajo el brazo, que al entrar se quitaba el sombrero, dejando ver el sudor que coma de su frente; hacía un profundo saludo a la carnicera sorprendida, otro al criado de la carnicería, pedía una chuleta de carnero, la pagaba, la envolvía en un papel, la ponía debajo del brazo entre dos libros, y se iba. Era Marius. Con la chuleta, que cocía él mismo, vivía tres días. El primer día comía la carne, el segundo bebía el caldo, y el tercero roía el hueso. En varias ocasiones la tía Gillenormand le en-vió las sesenta pistolas. Marius se las devolvía siempre, diciendo que nada necesitaba. Llegó un día en que no tuvo traje que poner-se. Courfeyrac, a quien había hecho algunos favo-res, le dio uno viejo. Marius lo hizo virar por treinta francos y le quedó como nuevo. Pero era verde, y Marius desde entonces no salió sino des-pués de caer la noche, cuando el traje parecía negro. Quería vestirse siempre de luto por su pa-dre, y se vestía con las sombras de la noche. En medio de todo esto se recibió de abogado; dio parte a su abuelo en una carta fría, pero llena de sumisión y de respeto. El señor Gillenormand cogió la carta temblando, la leyó, y la tiró hecha cuatro pedazos al cesto. Dos o tres días después, la señorita Gillenormand oyó a su padre, que estaba solo en su cuarto, hablar en voz alta, lo que le sucedía siempre que estaba muy agitado; oyó que el anciano decía: —Si no fueses un imbécil, sabrías que no se puede ser a un tiempo barón y abogado. II. Marius pobre Con la miseria sucede lo que con todo: llega a hacerse posible; concluye por tomar una forma y ordenarse. Se vegeta, es decir se existe de una cierta manera mínima, pero suficiente para vivir. Marius Pontmercy había arreglado así su exis-tencia: Había salido ya de la gran estrechura. A fuerza de trabajo, de valor, de perseverancia y de volun-tad había conseguido ganar unos setecientos 240
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