—El señor Courfeyrac ha respondido por vos. —Sí. —Pero necesito dinero. —Decid al señor Courfeyrac que venga, que tengo que hablarle —dijo Marius. Fue Courfeyrac y los dejó el hotelero. Marius le dijo que lo que no había pensado aún decirle era que estaba solo en el mundo y no tenía parientes. —¿Y qué vais a hacer? —dijo Courfeyrac. —No lo sé —respondió Marius. —¿Tenéis dinero? —Quince francos. —¿Queréis que os preste? —No, jamás. —¿Tenéis ropa? —Esta que veis. —¿Tenéis joyas? —Un reloj. —¿De plata? —De oro. —Yo sé de un prendero que os comprará vues-tro abrigo y un pantalón. —Bueno. —No tendréis ya más que un pantalón, un cha-leco, un sombrero y un traje. 236
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