tres faltas os borran de la matrícula; sesenta fran-cos perdidos. Marius puso atención. Laigle continuó: —El que pasaba lista era Blondeau. Ya lo cono-céis; con su nariz puntiaguda husmea con deleite a los ausentes. Repitió tres veces un nombre, Ma-rius Pontmercy. Nadie respondió. Lleno de espe-ranzas, tomó su pluma. Caballero, yo tengo buenos sentimientos. Me dije: \"Van a borrar a un buen muchacho, a un honorable perezoso, que falta a clase, que vagabundea, que corre detrás de las mujeres, que puede estar en este instante con mi amante. Salvémoslo. ¡Muera Blondeau! ¡Pérfido Blondeau, no tendrás lo víctima, yo lo la arrebata-ré\", y grité: ¡Presente! Y esto hizo que no os borraran... —¡Caballero! —dijo Marius. —Y que el borrado haya sido yo —añadió Laigle. —No os comprendo —dijo Marius. —Nada más sencillo. Yo estaba cerca de la cátedra para responder, y cerca de la puerta para marcharme. El profesor me miraba con cierta fije-za. De repente Blondeau salta a la letra L. La L es mi letra, porque me llamo Laigle. —¡L\'Aigle! ¡Qué hermoso nombre! —Caballero, Blondeau llegó a este hermoso nombre, y gritó \"¡Laigle!\" Yo respondí \"¡Presente!\" Entonces Blondeau me miró con la dulzura del tigre, se sonrió, me dijo: \"Si sois Pontmercy, no sois Laigle\". Dicho esto, me borró. Marius exclamó: —Caballero, cuánto siento... —Ante todo —lo interrumpió Laigle—, pido em-balsamar a Blondeau con el siguiente epitafio: \"Aquí yace Blondeau, el narigón, el buey de la disciplina, el ángel de las listas de asistencia, que fue recto, cuadrado, rígido, honesto y repe-lente. Que Dios lo borre como él me borró a mí\". —Lo siento tanto... —balbuceó Marius. 230

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