LIBRO CUARTO. Los amigos del ABC I. Un grupo que estuvo a punto de ser histórico En aquella época, indiferente en apariencia, corría vagamente cierto estremecimiento revolucionario. Algunos soplos, que salían de las profundidades de 1789 y 92, flotaban en el aire. La juventud estaba, si se nos permite la palabra, mudando la piel. Se transformaba, casi sin saberlo, por el propio movi-miento de los tiempos. Los realistas se hacían libe-rales: los liberales se hacían demócratas. Era como una marea ascendente complicada con miles de otras mareas. Se producían las más curiosas mezclas de ideas, como ser un extraño liberalismo bonapartista. Otros grupos de pensadores eran más serios. En ellos se sondeaba el principio; se buscaba un fundamento en el derecho; se apasionaba por lo absoluto; se vislumbraban las realizaciones infini-tas. Lo absoluto por su misma rigidez impulsa el pensamiento hacia el cielo, y lo hace flotar en el espacio ilimitado. Pero nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir. La utopía de hoy es carne y hueso mañana. No había entonces todavía en Francia vastas organizaciones subyacentes, pero algunos canales ocultos se iban ya ramificando, y existía en París, entre otras, la sociedad de los amigos del ABC. ¿Y qué eran los amigos del ABC? Una sociedad que tenía por objeto, en apariencia, la educa-ción de los niños, y en realidad la reivindicación de los hombres. Se declaraban amigos del Abaissé.* Para ellos el Abaissé o ABC era el pueblo y querían ponerlo de pie. Retruécano que no debemos tomar a la ligera, pues hay ejemplos muy poderosos, como Tú eres piedra y sobre esta piedra construiré mi iglesia. 226

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