llevaba su tía cuando era pequeño, estaba distraí-do y más pensativo que de ordinario y se arrodi-lló, sin advertirlo, sobre una silla de terciopelo en cuyo respaldo estaba escrito este nombre: \"Señor Mabeuf, administrador\". Apenas empezó la misa, se presentó un anciano y le dijo: —Caballero, ése es mi sitio. Marius se apartó en seguida, y el viejo ocupó su silla. Cuando acabó la misa, Marius permaneció me-ditabundo a algunos pasos de distancia; el viejo se acercó otra vez y le dijo: —0s pido perdón de haberos molestado antes y molestaros otra vez en este momento, pero tal vez me habréis creído impertinente y debo daros una explicación. —No hay necesidad, caballero —dijo Marius. —¡Oh, sí! —contestó el viejo—. No quiero que os forméis mala idea de mí. Este sitio es mío. Me parece que desde él es mejor la misa. ¿Y por qué? Voy a decíroslo. A este mismo sitio he visto venir por espacio de diez años, cada dos o tres meses, a un pobre padre que no tenía otro medio ni otra ocasión de ver a su hijo, porque se lo impedían, problemas de familia. Venía a la hora en que siempre traían a su hijo a misa. El niño no sabía que su padre estaba ahí, ni aun sabía, tal vez, el inocente, que tenía padre. El padre se ponía detrás de esta columna para que no lo vieran, miraba a su hijo y lloraba. ¡Adora-ba a ese niño el pobre hombre! Yo fui testigo de todo eso. Este sitio está como santificado para mí, y he tomado la costumbre de venir a él a oír la misa. Traté un poco a ese caballero de que os hablo. Tenía un suegro y una tía rica que amenazaban desheredar al hijo si él lo veía; y se sacrificó para que su hijo fuese algún día rico y feliz. Parece que los separaban las opi-niones políticas. ¡Dios mío! Porque un hombre haya estado en Waterloo no es un monstruo; no por eso se debe separar a un padre de su hijo. Era un coronel de Bonaparte, y ha muerto, se-gún creo. Vivía en Vernon, donde tengo un her-mano cura, y se llamaba algo así como Pontma-rie o Montpercy. Tenía una gran cicatriz en la cara. —Pontmercy —dijo Marius, poniéndose pálido. —Precisamente, Pontmercy. ¿Lo conocéis? 215
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