A la cripta. ¿Qué cripta? —Debajo del altar. Fauchelevent dio un brinco. —¡A la cripta debajo del altar! —Debajo del altar. —Pero... —Llevaréis una barra de hierro. —Sí, pero... —Levantaréis la piedra metiendo la barra en el anillo. —Pero... —Debemos obedecer a los muertos. El deseo supremo de la madre Crucifixión ha sido ser ente-rrada en su ataúd y debajo del altar de la capilla, no ir a tierra profana; morar muerta en el mismo sitio en que ha rezado en vida. Así nos lo ha pedido, es decir, nos lo ha mandado. —Pero eso está prohibido. —Prohibido por los hombres; ordenado por Dios. —¿Y si se llega a saber? —Tenemos confianza en vos. —¡Oh! Yo soy como una piedra de esa pared. —Se ha reunido el capítulo. Las madres voca-les, a quienes acabo de consultar, y que aún están deliberando, han decidido que, conforme a sus deseos, la madre Crucifixión sea enterrada en su ataúd y debajo del altar. ¡Figuraos, tío Fauvent, si se llegasen a hacer milagros aquí! ¡Qué gloria en Dios para la comunidad! Los milagros salen de los sepulcros. 188

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=