Jean Valjean, no se atur-dió. Seguro de que el presidiario escapado no podía hallarse muy lejos, puso vigías, organizó ratoneras y emboscadas, y dio una batida por el barrio durante toda la noche. Al despuntar el día dejó dos hombres inteli-gentes en observación, y volvió a París a la pre-fectura de policía, avergonzado como un soplón a quien hubiera apresado un ladrón. 179

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