—Como queráis. Sé que no podéis hacer nada que no sea bueno y que siempre seréis un hom-bre de bien. —Gracias. Ahora venid conmigo. Vamos a bus-car a la niña. —¡Ah! —dijo Fauchelevent—. ¿Hay una niña? No dijo más, y siguió a Jean Valjean como un perro sigue a su amo. Media hora después Cosette, iluminada por la llama de una buena lumbre, dormía en la cama del jardinero. VI. Se explica cómo Javert hizo una batida en vano Los sucesos que acabamos de describir habían ocurrido en las condicio-nes más sencillas. Cuando Jean Valjean, la misma noche del día que Javert lo apresó al lado del lecho mortuorio de Fantina, se escapó de la cárcel municipal de M., Javert fue llamado a París para apoyar a la policía en su persecución, y en efecto el celo y la inteligencia del inspector ayudaron a encontrarlo. Ya no se acordaba de él cuando en el mes de diciembre de 1823 leyó un periódico, cosa que no acostumbraba; llamó su atención un nombre. El periódico anunciaba que el presidiario Jean Val-jean había muerto; y publicaba la noticia con tal formalidad que Javert no dudó un momento en creerla. Después dejó el periódico, y no volvió a pensar más en el asunto. Algún tiempo después, llegó a la Prefectura de París una nota sobre el secuestro de una niña en el pueblo de Montfermeil, verificado, según se decía, en circunstancias particulares. Decía esta nota que una niña de siete a ocho años, que había sido entregada por su madre a un posadero, había sido robada por un desconocido: la niña respondía al nombre de Cosette, y era hija de una tal Fantina, que había muerto en el hospital. Esta nota pasó por manos de Javert, y lo hizo reflexionar. El nombre de Fantina le era muy conocido, y recordaba que Jean Valjean le había pedido aque-lla vez un plazo de tres días para ir a buscar a la hija de la enferma. Esta niña acababa de ser rapta-da por un desconocido. ¿Quién podía ser ese des-conocido? ¿Sería Jean Valjean? Jean Valjean había muerto. Javert, sin decir una palabra a nadie, hizo un viaje a Montfermeil. 176

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