a cada momento. Jean Valjean se quitó el abrigo y arropó a Cosette. —¿Tienes así menos frío? —dijo. —¡Oh, sí, padre! —Está bien, espérame aquí un instante. Salió del cobertizo y empezó a recorrer por fuera el gran edificio buscando un refugio mejor. Encontró varias puertas pero estaban cerradas. En todas las ventanas había barrotes. De una de ellas salía una cierta claridad. Se empinó sobre la punta de los pies y miró. Daba a una gran sala con piso de baldosas. Sólo se distin-guía una débil luz y muchas sombras. La luz pro-venía de una lámpara encendida en un rincón. La sala estaba desierta. Pero a fuerza de mirar creyó ver en el suelo una cosa que parecía cubierta con una mortaja y semejante a una forma humana. Estaba tendida boca abajo, el rostro contra el sue-lo, los brazos en cruz, en la inmovilidad de la muerte. Jean Valjean dijo después varias veces que, aun-que había presenciado en su vida muchos espectá-culos macabros, nunca había visto algo que le he-lara la sangre como aquella figura enigmática. Era horrible suponer que aquello estaba muerto; pero más horrible aún era pensar que estaba vivo. De repente se sintió sobrecogido de terror y echó a correr hacia el cobertizo sin atreverse a mirar atrás. Se le doblaban las rodillas; el sudor le corría por todo el cuerpo. ¿Dónde estaba? ¿Quién podía imaginar algo semejante a este sepulcro en medio de París? ¿Qué casa tan extraña era aquélla? Se acercó a Cosette; la niña dormía con la cabeza apoyada en una piedra. Jean Valjean se sentó a su lado y se puso a contemplarla; poco a poco, a medida que la mira-ba se iba calmando y recuperaba su presencia de ánimo. Sabía que en su vida, mientras ella viviera, mientras ella estuviera con él, no experimentaría ninguna necesidad ni ningún temor más que por ella. Pero a través de su meditación oía hacía rato un extraño ruido que venía del jardín, como de una campanilla o un cencerro. Miró y vio que había alguien en el jardín. Un hombre andaba por el melonar; se levanta-ba, se inclinaba, se detenía con regularidad, como si arrastrara o extendiera alguna cosa por el suelo. 172

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