cerca del suelo por un plano suavemente inclinado casi tocando al tilo. Feliz circunstancia, porque la tapia por aquel lado era mucho más alta que en el resto del muro. Jean Valjean veía el suelo a una gran dis-tancia. Acababa de llegar al plano inclinado del teja-do, y aún no había abandonado lo alto del muro, cuando un ruido violento anunció la llegada de la patrulla. Se oyó la voz tonante de Javert: —Registrad el callejón. Seguro que está aquí. Jean Valjean se deslizó a lo largo del tejado sosteniendo a Cosette, llegó al tilo y saltó a tierra. IV. Principio de un enigma Jean Valjean se encontró en una especie de jardín muy grande, cuyo fondo se perdía en la bruma y en la noche. Sin embargo, se distinguían confusa-mente varias tapias que se entrecortaban como si hubiese otros jardines más allá. Es imposible figurarse nada menos acogedor y más solitario que este jardín. No había en él na-die, lo que era propio de la hora; pero no parecía que estuviera hecho para que alguien anduviera por él, ni aún a mediodía. Lo primero que hizo Jean Valjean fue buscar sus zapatos y calzarse, y después entrar en el cobertizo con Cosette. El que huye no se cree nunca bastante oculto. La niña continuaba pen-sando en la Thenardier, y participaba de este de-seo de ocultarse lo mejor posible. Se oía el ruido tumultuoso de la patrulla que registraba el callejón y la calle, los golpes de las culatas contra las piedras, las voces de Javert que llamaba a los espías que había apostado en las otras callejuelas, y sus imprecaciones mezcladas con palabras que no se distinguían. Al cabo de un cuarto de hora pareció que esta especie de ruido tumultuoso principiaba a alejar-se. Jean Valjean no respiraba. De pronto se dejó oír un nuevo ruido; un ruido celestial, divino, inefable, tan dulce como horrible era el otro. Era un himno que salía de las tinieblas; un rayo de oración y de armonía en el oscuro y terrible silencio de la noche. Eran voces de mujeres. Este cántico salía de un sombrío edifi-cio que dominaba el jardín. En el momento en que se alejaba el ruido de los demonios, parecía que se aproximaba un coro de ángeles. 170

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