—Perdonad, señor —dijo respirando apenas—, pero aquí tenéis vuestros mil quinientos francos. El hombre alzó los ojos. —¿Qué significa esto? Thenardier respondió respetuosamente: —Señor, esto significa que me vuelvo a quedar con Cosette. Cosette se estremeció y se estrechó más y más contra el hombre. —¿Volvéis a quedaros con Cosette? —Sí, señor —dijo Thenardier—. Lo he pensado bien. Yo, francamente, no tengo derecho a dáros-la. Soy un hombre honrado, ya lo veis. Esa niña no es mía, es de su madre. Su madre me la confió, y no puedo entregarla más que a ella. Me diréis que la madre ha muerto. Bueno. En ese caso sólo puedo entregar la niña a una persona que me traiga un papel firmado por la madre, en el que se me mande entregar la niña a esa perso-na. Eso está claro. El hombre, sin responder, metió la mano en el bolsillo y Thenardier pensó que aparecería la vieja cartera con más billetes de Banco. Sintió un estre-mecimiento de alegría. Abrió el hombre la cartera, sacó de ella, no el paquete de billetes que espera-ba Thenardier, sino un simple papelito que desdo-bló y presentó abierto al bodegonero, diciéndole —Tenéis razón, leed. Tomó el papel Thenardier, y leyó \"M., 25 de marzo de 1823. \"Señor Thenardier: Entregaréis a Cosette al portador. Se os pagarán todas las pequeñas deudas. Tengo el honor de enviaros mis respetos. FANTI-NA\". —¿Conocéis esa firma? —continuó el hombre. En efecto, era la firma de Fantina. Thenardier la reconoció. 156

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