Llegaron a la aldea; Cosette guió al desconoci-do por las calles. Pasaron por delante de la panadería, pero Cosette no se acordó del pan que debía llevar. Al ver el hombre todas aquellas tiendas al aire libre, preguntó a Cosette: —¿Hay feria aquí? —No, señor, es Navidad. Cuando ya se acercaban al bodegón, Cosette le tocó el brazo tímidamente. —¡Señor! —¿Qué, hija mía? —Ya estamos junto a la casa. —Y bien... —¿Queréis que tome yo el cubo ahora? Por-que si la señora ve que me lo han traído me pegará. El hombre le devolvió el cubo. Un instante después estaban a la puerta de la taberna. VII. Inconvenientes de recibir a un pobre que tal vez es un rico Cosette no pudo menos de echar una mirada de reojo hacia la muñeca grande que continuaba ex-puesta en la tienda de juguetes. Después llamó; se abrió la puerta y apareció la Thenardier con una vela en la mano. —¡Ah! ¿Eres tú, bribonzuela? ¡Mira el tiempo que has tardado! Se habrá estado divirtiendo la muy holgazana como siempre. —Señora —dijo Cosette temblando—, aquí hay un señor que busca habitación. La Thenardier reemplazó al momento su aire gruñón por un gesto amable, cambio visible muy propio de los posaderos, y buscó ávidamente con la vista al recién llegado. 142

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