Volvió a haber otra interrupción. Luego Cosette dijo: —Es decir, hay dos niñas, Eponina y Azelma, las hijas de la señora Thenardier. —¿Y qué hacen? —¡Oh! —dijo la niña—, tienen muñecas muy bo-nitas y muchos juguetes. juegan y se divierten. —¿Todo el día? —Sí, señor. —¿Y tú? ¡Yo trabajo. —¿Todo el día? Alzó la niña sus grandes ojos, donde había una lágrima que no se veía a causa de la oscuri-dad, y respondió blandamente: —Sí, señor. Después de un momento de silencio prosi-guió: —Algunas veces, cuando he concluido el traba-jo y me lo permiten, me divierto también. —¿Cómo lo diviertes? —Como puedo. Me dan permiso; pero no ten-go muchos juguetes. Eponina y Azelma no quie-ren que juegue con sus muñecas, y no tengo más que un pequeño sable de plomo, así de largo. La niña señalaba su dedo meñique. —¿Y que no corta? —Sí, señor —dijo la niña—; corta ensalada y ca-bezas de moscas. 141

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