LIBRO TERCERO. Cumplimiento de una promesa I. Montfermeil Montfermeil en 1823 no era más que una aldea entre bosques. Era un sitio tranquilo y agradable, cuyo único problema era que escaseaba el agua y era preciso ir a buscarla bastante lejos, en los estanques del bosque. El bodeguero Thenardier pagaba medio sueldo por cubo de agua a un hombre que tenía este oficio y que ganaba en esto ocho sueldos al día: pero este hombre sólo trabajaba hasta las siete de la tarde en verano y hasta las cinco en el invierno, y cuando llegaba la noche, el que no tenía agua para beber, o iba a buscarla, o se pasaba sin ella. Esto es lo que aterraba a la pequeña Cosette. La pobre niña servía de criada a los Thenardier y ella era la que iba a buscar agua cuando faltaba. Así es que, espantada con la idea de ir a la fuente por la noche, cuidaba de que no faltara nunca en la casa. La Navidad del año 1823 fue particularmente brillante en Montfermeil. El principio del invierno había sido templado y no había helado ni nevado. Los charlatanes y feriantes que habían llegado de París obtuvieron del alcalde el permiso para colo-car sus tiendas en la calle ancha de la aldea, y hasta en la callejuela del Boulanger donde estaba el bodegón de los Thenardier. Toda aquella gente llenaba las posadas y tabernas, y daba al pueblo una vida alegre y ruidosa. En la noche misma de Navidad, muchos carre-teros y vendedores bebían alrededor de una mesa con cuatro o cinco velas de sebo en la sala baja del bodegón de Thenardier, quien conversaba con sus parroquianos. Su mujer vigilaba la cena. Cosette se hallaba en su puesto habitual, sen-tada en el travesaño de la mesa de la cocina junto a la chimenea; la pobre niña estaba vestida de harapos, tenía los pies desnudos metidos en zue-cos, y a la luz del fuego tejía medias de lana destinadas a las hijas de Thenardier. Debajo de las 132

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